Cuando lo volvimos a ver, el 26 de diciembre de 2012, era un perro completamente diferente. Apareció un día frente a nuestra casa, imagino que buscando comida o un sitio donde echarse a morir. Tenía la cara deformada por la hinchazón y la infección que le había provocado una gusanera. La herida del hocico ahora era mucho más grande y estaba llena de gusanos blancos. El miedo que le tenía se convirtió en lástima y decidí ayudarlo. Lo primero que hicimos fue darle comida y, con la ayuda de mi suegro y una vecina, comenzamos a quitarle uno por uno los gusanos, limpiarle la herida y colocarle un spray plateado que ayuda a cicatrizar y evita que otras moscas depositen sus larvas mientras se cura. Comenzamos, además, un tratamiento con antibióticos para frenar la infección y también lo desparasitamos.
El siguiente paso era pensar en un nombre, que salió luego de una pequeña tormenta de ideas que tuvimos en familia. Así que el pitbull "temible y peligroso" que habíamos visto al principio se convirtió en Frodo, un perro amigable y agradecido con las personas que le salvaron la vida.
Cuando encontramos a Frodo en el camino de tierra no tenía collar ni mucho menos una placa que lo identificara. El 6 de enero los Reyes Magos le trajeron de regalo un collar negro que le quedó perfecto.
El lunes 7 de enero comenzamos a caminar 4 kilómetros todos los días. Una caminata de 30 minutos que lo ayuda a descargar toda su energía y a mantenerse en forma.
El último kilómetro del recorrido lo terminamos corriendo y Frodo siempre queda con la lengua afuera pero feliz.